jueves, 3 de febrero de 2011

CUANDO DIOS DA...¡HASTA LAS CANASTAS PRESTA! -(Wayne Myers)-

Por: Danilo Ovando

TESTIMONIO DE CÓMO DIOS NOS BRINDÓ UNA SEMANA DE VACACIONES EN PUERTO VALLARTA Y ADEMÁS, NOS REGALÓ UNA CAMOINETA NUEVA PARA IRNOS.

LAS VACACIONES

En el año 1991, mi servicio a Dios, que a la vez era mi trabajo, era como Coordinador del Área de Matrimonios de Amistad Cristiana, A.C., institución cuyo objetivo es dar a conocer a Dios y a Jesucristo su Hijo, fuera del contexto religioso tradicional que en vez de acercar a la gente a Dios, ha logrado alejarla de manera inexplicable con sus imposiciones, desconocimiento de Dios y su palabra, y todo tipo de perversiones escandalosas dadas a conocer y denunciadas por muchas de sus víctimas, quienes decidieron romper su silencio muchas veces de decenas de años, para tratar de detener lo que a puertas cerradas muchos de los ministros hacían con menores de edad.

En Amistad, como nos referimos coloquialmente a dicha institución todos los que colaboramos en sus diferentes áreas de servicio a la sociedad mexicana y los simpatizantes y asistentes asiduos a las conferencias que por casi 40 años se han dictado en sus reuniones semanales, el servicio que prestábamos mi mujer y su servidor, consistía en organizar el Manual de Estudio y equipos de trabajo y asesoría para Matrimonios en diferentes rumbos de la Ciudad de México, y actualizar los contenidos de los diferentes temas que se estudiaban en lo que se conoce desde entonces como Grupos de Matrimonios.

Bien, pues en aquella época que por cierto duró 14 años, desde 1984 hasta 1998, tuvimos la oportunidad de conocer y servir a una enorme cantidad de hombres y mujeres la mayoría unidos en matrimonio, otros en proceso aunque ya tenían sus familias, con quienes siempre tuvimos una relación de gran cordialidad y simpatía, hasta podría decir de verdadera amistad “cristiana”.

De esa creciente sociedad, muchos de ellos decidieron colaborar con nosotros en los diferentes rubros que abarcaba nuestro ministerio, y por ello, desarrollamos una relación de mayor cercanía y confianza.

En una ocasión, durante el tiempo de vacaciones escolares, nuestra oración era que el Señor nos proveyera de unas vacaciones aunque fueran modestas, pero queríamos poder llevar a los hijos a algún lugar para dar valor agregado al tiempo de sus vacaciones, y sucedió que una de estas personas, en cuyo hogar se llevaban a cabo reuniones de enseñanza semanal, se acercó a mí con su habitual cordialidad y desbordante entusiasmo, para ofrecerme una semana de vacaciones con mi familia en un condominio de “tiempo compartido” del cual tenía dos o tres semanas al año en Puerto Vallarta Jalisco, México. Dicho sea de paso, uno de los destinos vacacionales más cotizados en nuestro país por turistas nacionales y extranjeros.

¡Wow!, era la primera vez que eso sucedía. Si bien nosotros tuvimos una época como familia en la que viajábamos con cierta regularidad, desde que Dios me había llamado a servirle , esto es, cuando luego de 10 años de servicio voluntario en Amistad, Dios me requirió todo mi tiempo para servirlo a Él y yo accedí, pues no habíamos tenido la oportunidad de vacacionar como anteriormente lo habíamos hecho, y ya llevábamos algunos años de no salir en famlia. Así que su ofrecimiento nos cayó “como anillo al dedo”. Con gran alegría agradecimos al Señor por lo ocurrido y por supuesto que lo aceptamos, serían 7 días de descanso en Puerto Vallarta, en un moderno condominio que contaba con dos habitaciones, estancia – comedor y una muy bien equipada cocineta para resolver cualquier urgencia alimentaria que se presentara durante nuestra estancia en ese lugar, amén de un par de hermosas y frescas albercas para disfrutar de un sol maravilloso y acceso directo a la playa si nuestro deseo era ser acariciados por las templadas aguas del mar.

Todo eso, disponible para mi familia por siete días, por el mínimo importe de la cuota de mantenimiento que en ese tiempo sería de unos… $ 600.00 pesos. No había qué pensar, estaba decidido, aceptamos la invitación, escogimos las fechas y nos preparamos en ánimo y expectación para irnos de vacaciones. Eran 8 personas las que podían permanecer en el condominio, y siendo nosotros 5 de familia, hasta invitamos a mi hermana mayor para que nos acompañara y disfrutara junto con nosotros de esa bendición. Sólo que…, sí, había un problema: Nuestros autos ya tenían más de 10 años de uso y no se encontraban en las mejores condiciones como para hacer ese viaje. De hecho, los dos (Una vagoneta Nissan mod. 1981 y un Volkswagen sedán mod. 1979) ya estaban bastante “traqueteados” y pensamos… “bueno, si no hay modo de llevarlos hasta allá, pues podemos ir en autobús…” Mi esposa Tere, no muy satisfecha con la opción del autobús, habló con Dios al respecto, y luego de unos días, me pidió que fuéramos a ver una “Ichi Van”, a la agencia Nissan ubicada frente a la Plaza Oriente recién inaugurada, en la que trabajaba uno de nuestros conocidos de “matrimonios”, y un tanto a regañadientes pero la acompañé, y juntos los 5, la estuvimos admirando con una gran ilusión, luego de unos días, esto fue lo que pasó:

EL BILLETERO DE “LA MANSIÓN”

En el año 1990, había partido con el Señor mi querida suegra, sobreviviéndole mi suegro, un hombre serio y de gran capacidad profesional, pero amante del buen comer y de aperitivos tales como el tequila centenario y “la sangrita de la viuda”, sin los cuales nunca recibía sus diarios alimentos y con mayor ímpetu a raíz del fallecimiento de su mujer, situación que lo mantuvo en un fuerte desánimo por lo menos un par de años.

En una ocasión, de hecho un domingo, mi suegro fue a comer con una de mis cuñadas a un restaurante especializado en carnes finas llamado La Mansión, en la Colonia Del Valle de esta capital. Luego de sus múltiples aperitivos, alimentos y digestivos correspondientes, salieron del lugar y mientras esperaban su automóvil que traería el “valet parking”, apareció en escena un “billetero”, un hombre que vendía billetes de la Lotería Nacional, y quien diariamente ocupaba una posición en el área de espera de los autos a la salida del restaurante, para ofrecer “el gordo”, “el número de la suerte”, “el ganador”, y cuantos más calificativos se le ocurrían para intentar convencer a sus satisfechos y bien comidos y bebidos posibles clientes, del beneficio de llevarse “el premio mayor” a su casa.

Así pues, el billetero comenzó su insistente asedio a mi suegro y por varios minutos lo hizo sin {éxito alguno, sin embargo, repentinamente mi suegro salió de su insistente negativa y la cambió por un “¿Cuánto valen todos tus billetes “chato”? a lo que el billetero respondió que era una serie completa y dijo el precio que tendría que pagara para llevárselos todos.

De manera displicente y sin poner más atención de la cuenta, sacó sus billetes de su deforme cartera de piel, y entregó a aquél una buena suma de pesos, que en esos tiempos habían acumulado una enorme cantidad de ceros. Acto seguido, le dio a mi cuñada un número determinado de partes ó “vigésimos”, se subieron al auto y regresaron a su casa a descansar.

El martes siguiente, mi suegro llamó a la casa de nosotros por teléfono, y hablando con Tere le dijo con gran expectación: “…Tere…Mija… o algo así: ¡Creo que me gané la lotería, pero no sé cuánto, ven para que me ayudes…!”

De inmediato, la Teresa, como le digo yo de cariño a mi mujer, se fue a visitarlo para averiguar qué era eso de lo que su papá le estaba hablando. Luego de revisar el inserto de la Lotería Nacional y verificar varias veces el número impreso en los billetes comprados al billetero de La Mansión, llegaron a la felíz conclusión de que el monto ganado por mi suegro, era de nada menos que
¡$ 1 600 millones de pesos! Sí, así fue. Y lo mejor de todo, es que le dio a Tere el mismo número de partes que el que había dado a mi cuñada el mismo domingo que lo había comprado, y dijo que a cada uno de sus hijos daría un número de fragmentos igual, así que siendo 6 hermanos con Tere, a cada uno le correspondieron ¡$ 100 millones de pesos!, y mi suegro se quedó con los otros mil. Así las cosas, y una vez descontado el impuesto por la propia Lotería Nacional al momento de entregar el premio a cada uno de los felices portadores de los billetes premiados, cada familia salió de ese lugar con un cheque nominal por ¡$ 85 millones de pesos!

Y bueno, ya para no tomar más tiempo en este maravilloso HECHO DE DIOS, debo comentar que Tere quiso compartir con nosotros su familia el dinero que recibió por conducto de su papá, y fuimos a la agencia Nissan que habíamos visitado unas semanas antes, a comprar una preciosa Ichi Van del año, y por la que pagamos de contado la suma de 53 millones de pesos,
cantidad que incluyó varios de los accesorios de lujo disponibles para ese modelo. Estéreo, bocinas, rines de aluminio, llantas anchas y vestiduras de velour. Y así, fue que ¡Dios nos también nos dio el transporte que necesitábamos para irnos a Puerto Vallarta!, y el tiempo que pasamos allá fue un tiempo delicioso que siempre recordaremos con gran alegría y gratitud, y en lo personal, haber podido ir en nuestra camioneta nueva de agencia, también ha sido una y otra vez, motivo de gozo en mi corazón y de permanecer confiando en la fidelidad de nuestro Padre Celestial.

Querid@ Amig@ que lees estas líneas, si pones tu confianza en el Señor, NO SERÁS AVERGONZADO.
A veinte años de distancia de aquél evento maravilloso del amor y fidelidad de Dios, puedo decirte que muchas de las cosas que obtuvimos en ese tiempo ya pasaron, se fueron tres de los ceros de esas cantidades y casi todo lo adquirido también, pero conservo con gran agradecimiento al Señor y gusto una guitarra electro-acústica marca “OVATION” que en ese tiempo era “lo máximo” y que pude encargar a un siervo de Dios conocido nuestro, para que me hiciera favor de comprarla y traerla de los Estados Unidos, y que desde entonces y hasta la fecha uso de manera constante para alabar y bendecir al Señor por todas y cada una de las gloriosas obras que ha hecho conmigo y mi familia al paso de todos estos buenos años de servirle a Él. Por eso refiero con gran cariño y respeto, una frase que le escuché al Hno. Wayne Myers, misionero en méxico por más de 60 años que dice: ¡Cuando Dios da...Hasta las Canastas Presta!

¡ESTE ES UN HECHO DE DIOS,
Y YO ESTOY AQUÍ PARA TESTIFICARLO!

Que el Señor te bendiga.

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